jueves, 1 de julio de 2010

"DIORAMAS" 2010. Sala Cabrera Pinto, La Laguna, Tenerife. Proyecto 25ft_10.orientaciones

     “Dioramas”.


     Siniestra es la extrañeza, con tintes aterradores, vinculada a lo cotidiano o “natural”•. Posiblemente sea una de las categorías más características de nuestro tiempo. Vivimos con la casi perenne sensación de que ya nada es lo que era, una paradójica forma de recocer que, sin embargo, todo parece lo mismo. Vivimos en un constante “remake”, como si la historia se hubiera detenido de repente presa de su incertidumbre y toda la acumulación cultural de un siglo acelerado se nos hubiera echado encima con la inercia del frenazo. Y, al mismo tiempo, sentimos que todo eso que nos rodea está desubicado, pertenece a otro tiempo del que ha sido arrancado, para conservar una existencia zombi. La propia pintura es una de esas cosas presente que parece dominado por los espectros.

    Veníamos de un mundo de certezas y convicciones que definían un escenario cultural que colocaba a cada cual y cada cosa en su sitio. El que desafiaba su autoridad y se salía de estos marcos consuetudinarios se autoexiliaba, se condenaba al destierro, a vagar sin patria, sin comunidad, sin Dios. Hoy nos sentimos (cómodamente) desubicados dentro de esta patria desterritorializada y esta fe cínica donde la deriva ya no es síntoma de pérdida del sitio sino de capacidad de adaptación. Hemos removido todo nuestro cuerpo de creencias doctrinales sin reemplazarlas por nuevas convicciones civiles compartidas. Nos hemos hecho críticos desconstructores, suspicaces. Hemos aprendido a descubrir en lo “normal” las huellas siniestras de los estigmas sociales que nos alejan irremisiblemente de los recuerdos de la infancia o del mobiliario mental de nuestros antecesores (la artista retorna a su casa de muñecas para descubrirlas manchadas, y las siluetas de su “orden doméstico” persisten fantasmales incluso en su ausencia). Hemos aprendido a no podernos reconocer en lo que heredamos. Pero no hemos construido un nuevo escenario. Habitamos como en un diorama, hiperrealista pero inverosímil, en el que presas y depredadores comparten la perplejidad que les produce comprobar que su “rol-natural”tiene mucho de taxidermico.El dibujo recorre los perfiles de esta situación haciendo una llamada a la conciencia. No se atreve a recuperar el carácter acabado de antaño, pero tampoco asume el carácter brillante y jovial del espectáculoque convierte los siniestros dioramas en parques temáticos.



    Ramón Salas